“Luis Alejandro Angulo Arvelo, muchos nombres y poco juicio”…
Así principió un poema que le dedicó a mi padre, cuando el 7 de
septiembre de 1923 cumplió ocho años, su tío e ilustre y altísimo poeta Alfredo
Arvelo Larriva. En las propias palabras del autor de esta obra, hay la
referencia a este hecho:
“Este soneto,
que permanecía inédito, data del 7 de septiembre de 1923, cuando cumplía yo 8
años. Como casi todas las ‘cuelgas’ solían llegar en la mañana, ese día me
levanté muy temprano y estaba pendiente… de modo que pude ver cuando mi tío
Alfredo salió de su cuarto en bata de baño, y a grandes zancadas fue a colocar
algo en la mesa de la sala: un jabón en forma de pingüino sobre el papel en que
estaban los versos, que no tenían ningún título (eso de no poner título era muy
frecuente en él). Desgraciadamente este soneto de puño y letra de Arvelo
Larriva se perdió cuando, trasladándose mis padres de Barinitas a Caracas en
1939, estuvieron a punto de ahogarse en una creciente de la quebrada de “La
Virgen”, cerca de Guanare. Pero vivía y ha vivido siempre en la memoria de
todos nosotros. (También se perdió en ese accidente, junto con otros papeles y
cosas de valor familiar, un romance que me había hecho Alberto [Arvelo
Torrealba] también en Barinitas un 7 de septiembre muchos años después, cuando
juntos habíamos ido a pasar vacaciones allá al graduarnos él de abogado y yo de
bachiller en 1935. Dos de sus versos, en que me llamaba ‘frailejón del mismo
pico / espuma del mismo río /’ habíanse hecho familiar estribillo en aquellos
alegres días). Es claro que en ese cumpleaños de 1923 esperábamos que mi tío
Alfredo escribiera algo, por esa consecuente costumbre suya que era ya una
especie de afectuoso rito familiar: el presente de sus versos en todas esas
significativas ocasiones hogareñas. A ese rito hubo de referirse mi tía
Enriqueta muchos años después, cuando practicándolo a su vez en ocasión de mi
grado de médico en 1941, y recordando al hermano muerto siete años antes, dice
en su mensaje de entonces, que ella misma leyó llena de emoción:
“Y no he de
escribir por mí solamente. He de hacerlo a la vez como en representación de
alguien cuyo recuerdo estamos sintiendo muy vivo en esta ocasión. Pienso en la
ofrenda escrita, emocionada y única, que el afecto y el talento de Alfredo
Arvelo Larriva te habrían hecho en esta hora de satisfacción íntima. Por ahí,
con un lápiz y en un pedacillo de papel, como era su costumbre, habría él
estampado los catorce renglones de su emoción; y nosotros, los que te rodeamos
cálidos, estaríamos sintiendo y admirando el presente…”.
En estas notas
he acogido, objetivamente entrecomillados, elogios de otros para la obra de
Alfredo Arvelo Larriva; pero ninguno de mi parte, en razón del vínculo
familiar. Fiel a esta norma se omite el resto del precedente párrafo de
Enriqueta Arvelo Larriva –voz de la misma sangre y muy cercana–que contiene un
férvido homenaje a la poesía familiar de su hermano. Esos párrafos de mi tía Enriqueta, escritos sin las inhibiciones y
recatos de lo que está destinado a la publicidad, permanecen inéditos”.
A renglón seguido transcribo aquel poema improvisado para mi padre:
Luis Alejandro Angulo Arvelo
-muchos nombres y poco juicio-
celebra hoy su natalicio
junto a padres, tíos y abuelo.
Los padres, con íntimo anhelo,
Le dan función de beneficio.
El abuelo, siempre propicio,
Quisiera regalarle el cielo.
La tía le regala un perfume.
El tío su cuelga resume
En el voto de este soneto:
Que sea desde niño un hombre;
Que en vez de nombres tenga nombre,
Que es lo gallardo y lo discreto.
Luis Alejandro
Angulo Arvelo, hombre de mucho juicio…
Mentís rotundo al soneto del excelso tío– que, desde luego, hízolo animus jocandi (con ánimo de broma) para
jugarse con su sobrino y niño de apenas ocho años– constituyó la vida íntegra,
con toda la carga semántica de la palabra, de mi padre: siempre honrado y
reflexivo distinguió el bien del mal y se condujo con gran prudencia. De modo
invariable y con mucha sensatez supo discernir lo justo de lo irracional. Tenía
un natural muy amable y una constante propensión a hacer el bien.
Desde niño tuvo una profunda vocación
por la lectura en general y el estudio en especial, por lo que logró una vastísima
cultura general e interesóse sobre todo en la Medicina, Historia de Venezuela y
universal, así como la Geografía e incluso Astronomía. En particular tuvo una
inmensa cultura humanística en términos literarios, sin duda influido por su
muy cercana familia de notables intelectuales barineses, entre los cuales
destacan los poetas Alfredo Arvelo Larriva –el más grande de los venezolanos y
entre los cuatro primeros modernistas de Suramérica–, Enriqueta Arvelo Larriva,
quienes eran sus tíos y su primo Alberto Arvelo Torrealba. Apenas a los veinte
años, cuando estudiaba Medicina en la U.C.V., fue profesor de literatura y
castellano en los muy prestigiosos Instituto San Pablo y Colegio Los Dos
Caminos, de 1935 a 1941. Llegó a tener una magnífica biblioteca, con bastantes
y muy buenos libros ordenados con toda minuciosidad por sendos índices de autores
y títulos de obras. Lo alegraba –era notoria su íntima satisfacción– el poder
hacer gala de ese orden al hallar libros de modo muy rápido, gracias al tan
preciso cuan sostenido método dispuesto por él al efecto, sobre todo cuando en
reuniones hacía mención de un contenido o alguien deseaba consultar una obra.
Huelga decir que tal biblioteca era su lugar predilecto de la casa, en la cual
logró buena parte del formidable caudal de conocimientos acumulado. Su interés
por los estudios humanísticos hubo de influir en su carácter, modo de vivir,
enriquecimiento del espíritu y, sin duda, tal bagaje cultural sirvióle de
ornato a su espléndida personalidad.
Un rasgo muy significativo en él fue su
constante admiración por personas de bien y de talento. Admiración que
declaraba vivamente y con frecuencia, en todo lo cual se complacía. En esta
obra se demuestra –con sus palabras sobre los Dres. Luis Razetti, José María Vargas
o José Gregorio Hernández Cisneros por ejemplo– ese ánimo de exaltar las
figuras o personas que reverenciaba.
Empero, los elogios para los poetas Arvelo Larriva –sus tíos–
reservábalos in pectore para sí por
una discreción enraizada en una modestia que considero exagerada: por ese
recato se quedó la familia y muchas personas en capacidad mental y espiritual
de disfrutar esos valores, sin las alabanzas de la gran poetisa Enriqueta
Arvelo Larriva a su hermano Alfredo: “Fiel
a esta norma (escribió mi padre en párrafo citado por mí líneas atrás) se omite el resto del precedente párrafo de
Enriqueta Arvelo Larriva –voz de la misma sangre y muy cercana–que contiene un
férvido homenaje a la poesía familiar de su hermano. Esos párrafos de mi tía
Enriqueta, escritos sin las inhibiciones y recatos de lo que está destinado a
la publicidad, permanecen inéditos”. Pienso que los hechos no sólo valen
sino que además hay que hacerlos valer con la fuerza más clara y poderosa que
hay: la fuerza de los hechos. Por una modestia injustificada se puede incurrir
en algo más censurable que esa supuesta y negada inmodestia: el no ser
justiciero e incidir en la reticencia de callar las virtudes de alguien y no
rendirle la merecida apología. Y este criterio lo plasmo y evidencio en esta
semblanza. Como, al menos en principio, hay que ver el mejor aspecto de las
situaciones, aquella “norma” prueba lo muy modesto (virtud muy decorosa) que
fue siempre el Dr. Angulo Arvelo. Modesto hasta la exageración…
Sobre la base de su claro talento, ávido de conocimientos, tuvo
manifiesta inclinación por las letras y del cultivo que de ellas hizo incluso
como profesor de literatura y castellano, pronto
alcanzó la excelencia en su expresión oral y escrita. Aunado esto a su
sapiencia sobre varias materias de las más interesantes; a su brillantez y
hasta su mucha chispa al disertar sobre éstas o sólo al comentarlas, así como a
su invariable gentileza, lo hacían una persona supremamente agradable, amena e
interesante y además divertida. Dentro de los innúmeros elogios que oí acerca
de tales características de mi padre y ya que esta semblanza se inserta en un
libro de médicos, deseo hacer mención de lo expresado en una fiesta, ha muchos
años, por un grupo de tres o cuatro galenos –cuyos nombres lamento no recordar–
con los cuales él había estado hablando un buen rato, momentos antes. Después
los conocí (espontáneamente se me acercaron cuando ya mi padre estaba con otras
personas) y expresaron: “Tu papá es el mejor conversador que hemos
conocido”…
Disfrutó de una salud magnífica y orgulloso comentaba que “nunca he sido operado” (pese a lo cual
le preocupaban mucho las enfermedades y esa exageración le hizo pasar malos
ratos). En 2004, cuando tenía ochenta
y nueve años, invitó a su contemporáneo y amigo el Dr. Tobías Lasser a un
almuerzo en mi casa, donde había dos ancianos más y una vez que se fueron ellos
tres, algunas personas comentaron lo bien conservados que se veían e hicieron
énfasis en que “el que mejor se ve es el
Dr. Angulo Arvelo”: él les agradeció y añadió que “en realidad, vine a sentir la edad cuando cumplí ochenta y cinco
años”…
Desde niño le gustó mucho el béisbol (disfrutaba al recordar cómo llevó
o introdujo ese deporte en su natal Barinitas) y hasta sus años postreros le
interesó mucho el ver las Grandes Ligas por T.V. Empero, en Caracas no
acostumbró a ir a ver los juegos excepto cuando yo lo invitaba e insistía en
que fuera. No le agradaba el desorden característico de cómo transcurría la
pelota criolla, ni el bochinche de muchos al extremo de que unos lanzaran
cerveza y hasta insultos a otros espectadores.
A veces, en la década de los 80, jugaba ping-pong en una mesa que
instalé en su casa para jugar con mis amigos; pero lo que en verdad le atraía
sobre manera era practicar el ajedrez y llegó a ser un fuerte jugador y aun
hizo comentarios escritos sobre la “Partida Inmortal” entre Anderssen y
Kieseritzky. Todos los sábados iba a una peña ajedrecística en la casa de su
colega y amigo, el Dr. Agustín Perret Gentil en La Floresta. También casi a
diario recibía a varios amigos en su casa y jugaban –específicamente los
sábados y domingos– por muchas horas. Con asiduidad se dedicó a ese deporte en
las décadas del 70 y 80. Aún practicaba el “Juego Ciencia” (“Mucho para un juego” –decía Napoleón– “y poco para una ciencia”) cuando
alboreó el siglo XXI y hasta aproximadamente el 2006, en que todavía conservaba
algo de su notable lucidez.
Supo disfrutar inmensamente de la música clásica y muy en especial de
Mozart y Beethoven. Como es natural, también le gustaron otros autores como
Vivaldi; pero en las dos últimas décadas de su vida sólo oía a aquellos dos
genios. Aunque una vez, en sus últimos años, le puse dos conciertos de Paganini
y se admiró mucho.
Era muy serio y formal. Y por supuesto bien puntual. Supo ser sabio sin
arrogancia; competente sin alardes; modesto sin afectación; sobrio sin displicencia
y cordial sin zalamerías. Desde que en 1952 murió su padre, sólo usó corbata
negra. Y casi siempre andaba encorbatado.
Mantuvo, sin esfuerzo alguno, porque ello estaba en la plenitud de su
ser, una conducta pulquérrima y al respecto referiré una sola anécdota:
Al poco tiempo de iniciar su muy brillante carrera en el Ministerio de
Sanidad y Asistencia Social, se le designó para que fuera becado a EE.UU. con
el fin de cursar un postgrado de Administración de Hospitales y aceptó gustoso;
pero pidió que no se le enviara de una vez sino ¡transcurrido un año! para así
él, en ese lapso, poder investigar a fondo la problemática hospitalaria en
Venezuela y, con el más completo conocimiento de causa, obtener del postgrado
estadounidense (que lo llevaría a dos de los más famosos hospitales del mundo,
la Mayo Clinic y el John Hopkins) el mayor provecho para su patria …
Mientras hizo el postgrado en EE.UU. hizo amistades con las que mantuvo
afectuosa relación hasta el fallecimiento de todos esos colegas, algunos de los
cuales pasaron vacaciones hospedados en su casa, en Altamira, en Caracas.
Fue sanitarista y por lo tanto un médico de gran sensibilidad social,
como suelen ser esos generosos especialistas. Fue un muy
destacado y prestigioso sanitarista. En 1952 el Dr. Luis Alejandro Angulo
Arvelo fue miembro fundador de la Sociedad Venezolana de Salud Pública. Por
encargo del Ministerio de Sanidad, el Dr. Angulo Arvelo en 1951 funda y
comienza a dirigir en la División de Hospitales de ese Despacho, la Revista Nacional
de Hospitales (“Revista de Técnica
Hospitalaria editada por el Instituto de Hospitales del Ministerio de Sanidad y
la Dirección de Edificaciones Médico-Asistenciales del Ministerio de Obras
Públicas”), que fue la primera revista sobre técnica hospitalaria que se
editó en Venezuela.
Dentro
de sus numerosos aciertos, pienso que el principal fue el influir en la
creación de la División de Población en el Ministerio de Sanidad y Asistencia
Social, instaurada el 1° de enero de 1965 y el Dr. Angulo Arvelo designado jefe
de esa División de Población e impulsar allí la planificación familiar, que por
vez primera en el país se incorporó a la Administración Sanitaria ejercida por
ese Ministerio y fundó los primeros servicios al efecto. Todo ello introdujo la
Planificación Familiar en la administración sanitaria nacional y contribuyó a
la formación de un cuerpo de doctrina en el campo médico-demográfico, lo cual
fue de inmensa importancia por la enorme gravedad del problema demográfico, en
el mundo, y dada la violenta y harto preocupante explosión demográfica que
vivía Venezuela en esa época y porque propició que comenzara el descenso de la
natalidad. Como las solas medidas oficiales eran exiguas en proporción al muy
ingente problema nacional y no había apoyo del sector privado –lo cual
reconoció la conclusión N° 4 del III Congreso Venezolano de Salud Pública en la
Ponencia sobre la Población Venezolana– el Dr. Angulo Arvelo invitó a un grupo
de personas y médicos eminentes (como sus grandes amigos, los Dres. Enrique Benaím
Pinto y Oscar Agüero) para una reunión en la División de Población del S.A.S, “con el objeto de fundar una asociación que
trabaje para el desarrollo de la planificación en Venezuela”. Reunión que
se efectuó el 19 de julio de 1966 y nació la Asociación Venezolana de
Planificación Familiar, también fundada por el Dr. Angulo Arvelo como se vio,
que prosiguió la labor de la División de Población del Ministerio de Sanidad.
Al Dr. Oscar Agüero se le designó como presidente y al Dr. Angulo Arvelo como
secretario; pero terminaron por renunciar decepcionados por tanta mezquindad…
Al Dr. Angulo Arvelo se le designó
representante de Venezuela en la Comisión de Población de las Naciones Unidas y
así lo hizo en varias conferencias internacionales. También perteneció a la
Unión Internacional para el Estudio Científico de la Población.
En
1970 el decano y el coordinador de la Facultad de Medicina de la UCV, Dres.
Alfonso Anselmi y David Loyo, respectivamente, inauguraron el primer curso
libre (oficial) de Sexología Médica que se realizó en dicha Universidad y cuyo
ideólogo, organizador y director fue el Dr. Angulo Arvelo, pionero de la
sexología médica. Tema, como se sabe, de suprema importancia y muy beneficiosa
aquella labor precursora que inspiró sumo interés y masiva concurrencia, al
punto de que la aglomeración dificultaba caminar en los pasillos de la
completamente ocupada Aula Magna, donde hubo las conferencias inaugurales, en
pleno furor de la pedagógica minifalda. Aquel famoso curso de sexología ha sido
inolvidable para muchos de los concurrentes, en su mayoría médicos con
posterioridad, quienes todavía hoy se refieren muy admirativamente al Dr.
Angulo Arvelo y a las conferencias que dictó como único expositor y profesor de
la materia.
Fue
investigador en áreas científicas e históricas y publicó más de sesenta
trabajos en prestigiosas revistas. Fue Individuo de Número de la Sociedad
Venezolana de Historia de la Medicina desde 1961 hasta su fallecimiento en
2011. También en 1968 publicó sus obras “Esquemas de Demografía Médica”
(Ediciones del Rectorado de la U.C.V.), “Resumen sobre la Historia de
Venezuela” y “Resumen sobre la Historia del Mundo”, así como las biografías de
sus tíos Enriqueta Arvelo Larriva y Alfredo Arvelo Larriva (1985), la cual (“El Fauno Cautivo”) fue muy celebrada y
el presidente Ramón J. Velásquez (notable escritor, historiador e intelectual)
llegó a decirme que lo tenía en su mesa de noche, como libro de cabecera.
Pongo
así fin a estas líneas sobre el Dr. Luis Alejandro Angulo Arvelo, escritas a
vuelapluma; pero con la ventaja de que, por salientes, sus características se
agolpan en tropel en quien lo recuerda y es fácil hacerle una traza primera o
preliminar o su bosquejo biográfico.
A su memoria consagro en esta breve semblanza el homenaje de mi
admiración, gratitud y afecto.
Alejandro Angulo Fontiveros
Indudablemente esta pequeña semblanza de este insigne Médico venezolano es un pequeño bosquejo, quien en vida demostró una sencillez con una notable memoria y gran conocedor de la historia de Venezuela, sus aportes se une aquella camada de grandes médicos a mediados del siglo XIX y XX, también fue un gran jugador de damas chinas......
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